Divertirse hasta morir by Neil Postman
autor:Neil Postman [Postman, Neil]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales, Comunicación
editor: ePubLibre
publicado: 1985-01-01T05:00:00+00:00
7. «¡Y AHORA… ESTO!»
El humorista americano H. Alien Smith sugirió que de todas las palabras inquietantes de la lengua inglesa, la que más asusta es «ah… ah…», como cuando un médico estudia la placa radiográfica delante de su paciente y, frunciendo el ceño, dice «ah… ah…». Me gustaría sugerir que las palabras del título de este capítulo son tan siniestras como cualquier otra, sobre todo porque son dichas sin fruncir el ceño; en realidad, como una especie de placer experimentado por un tonto. La frase, si se la puede llamar así, agrega a nuestra gramática una nueva parte del lenguaje, una conjunción que no conecta nada con nada, sino que hace lo opuesto: separa todo de todo. Y como tal, sirve como una metáfora compacta para las discontinuidades, de tal manera que pasa por ser un discurso público en los Estados Unidos de hoy en día.
«¡Y ahora… esto!» se usa comúnmente en los noticiarios de la radio y la televisión para indicar que lo que uno acaba de escuchar o ver no tiene punto de comparación con lo que está a punto de escuchar o ver, ni posiblemente con nada de lo que alguna vez uno pueda escuchar o ver. La frase es un medio de reconocer el hecho de que el mundo, tal como ha sido diseñado por los medios electrónicos acelerados, carece de orden o significado y no debe ser tomado seriamente. No hay ningún asesinato que sea tan brutal, ningún terremoto tan devastador, ningún error político tan costoso —si vamos al caso, ningún tanteo tan entusiasmante, o un informe sobre el estado del tiempo tan amenazador— que no sea posible borrar de nuestras mentes con un «¡Y ahora… esto!» de un presentador. El presentador quiere decir que ya se ha pensado suficientemente sobre el asunto ya mencionado (aproximadamente 45 segundos), que no se debe estar morbosamente preocupado por él (digamos, unos 90 segundos), y que ahora debe prestarse atención a otro fragmento de noticias o a una publicidad.
La televisión no inventó la visión del mundo del «¡Y ahora… esto!». Como he tratado de demostrar, dicha visión es el resultado de la interacción del telégrafo y la fotografía. Pero es la televisión la que lo ha alimentado y ayudado a desarrollarse y alcanzar una madurez perversa. Porque en la televisión, casi cada media hora constituye un acontecimiento discreto, separado en contenido, en concepto y estructura emocional, tanto de lo que le precedió como de lo que le seguirá. Los programas se compaginan de tal manera que cada ocho minutos se presenta un espacio completo debido a que en parte la televisión vende su tiempo en segundos y minutos, en parte porque debe usar imágenes más que palabras, y en parte porque los televidentes se movilizan frente al televisor con total libertad. Rara vez se requiere de los televidentes que trasladen un pensamiento o un sentimiento de un programa a otro.
Ciertamente, en la presentación televisiva de las «noticias del día», esta forma de discurso «¡Y ahora… esto!» puede verse en su manifestación más atrevida y desconcertante.
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